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Continuando con las observaciones que he venido haciendo sobre algunos dislates que se han cometido en monumentos importantes de nuestra Ciudad Colonial, esta vez trataré cuatro diferentes monumentos. Uno localizado en las cercanías de Santo Domingo, y los otros tres en el centro histórico de Santo Domingo.
En cuanto al de Engombe, que es el primero, ingenio azucarero levantado en los albores del siglo XVI, cuando se inició en La Española la explotación artesanal azucarera, producto de la caña de azúcar traída desde las Canarias, quienes lo erigieron construyeron un palacete de estilo renacentista, similar, aunque mucho más pequeño, al Alcázar de Colón, cuya estructura se ha mantenido en pie, solo con algunas partes destruidas, pero de fácil restauración.
Alrededor de la década de los años cincuenta, cuando todavía no contábamos con el programa creado en 1967, el Ingeniero José Ramón Báez López Peña se tomó la libertad de intervenirlo. Consistió dicho trabajo en reconstruir la arcada doble de la fachada principal, que se había desplomado por falta de atención alguna, para lo cual empleó el sistema conocido como Anastilosis.
“La Anastilosis es una técnica de reconstrucción de los bienes arqueológicos o arquitectónicos que se encuentran en ruinas, por medio de la utilización de los materiales propios del monumento que se hallan derribados próximos al sitio arqueológico o edificio.
Las partes que no pueden ser reconstruidas con los propios materiales del bien a restaurar o reconstruir, pueden ser sustituidas o suplidas por rellenos de otro tipo, siempre que éstos sean perfectamente diferenciables de los originales.”
Esta parte del trabajo cumplió en parte con las normas a las que me he referido. Donde estuvo el dislate, tanto en pequeños detalles de la arcada, como en otras partes de la edificación, fue en completar los faltantes utilizando ladrillo, el que por su tamaño, textura y color, no se avienen a lo recomendado.
Volviendo a la Ciudad Colonial me referiré a algunas intervenciones efectuadas en la Catedral Primada. Se trata de haber agregado imágenes de bulto, alto relieves, y otros elementos decorativos, a la imponente fachada plateresca del más importante monumento arquitectónico con que cuenta nuestro país, y uno de los más importantes del Continente. Aclamado por historiadores del arte, especialistas en restauración de monumentos, y por todo el que tiene algo de sentido común de lo que se trata.
En Historia General del Arte, que aparece en SUMA ARTIS, José Pijoán nos dice; “La primera catedral del Nuevo Mundo fue la de Santo Domingo, cuya primera piedra puso en 1521 el segundo obispo de Santo Domingo, Alejandro Jerardini, preceptor de los hijos de los Reyes Católicos y amigo de León X, cuyas armas lleva esta catedral. En 1526 se estaba construyendo…
Esta portada es mu graciosa, plateresca, de huecos dobles, formada por un gran entablamento apoyado en pilar central. Unos arcos abocinados, en esviaje, y una columna, como mainel, cierran los huecos. Flanquean los arcos dos pisos de hornacinas, y encima corre un friso renaciente.”
Esta portada es mu graciosa, plateresca, de huecos dobles, formada por un gran entablamento apoyado en pilar central. Unos arcos abocinados, en esviaje, y una columna, como mainel, cierran los huecos. Flanquean los arcos dos pisos de hornacinas, y encima corre un friso renaciente.”
CATEDRAL: ANTES DE SER RESTAURADA
CATEDRAL: DESPUES DE SER RESTAURADA
A propósito del V Centenario del Descubrimiento, los responsables arquidiocesanos de la conservación de la iglesia catedral, y los arquitectos encargados de su conservación, decidieron intervenir su fachada, acometiendo trabajos definitivamente prohibidos por las normas internacionales de conservación. Y sin consultar con nadie que no perteneciera al círculo arzobispal, ordenaron a España seis imágenes de bulto, dos placas contentivas de elementos religiosos e imperiales, y una orla decorativa de lo que supuestamente tuvo el escudo imperial a su alrededor. Todo hecho en piedra del lugar donde se confeccionaron estos elementos.
Dejándose llevar por leyendas, ya descartadas, traídas desde tiempos remotos de boca en boca, las seis hornacinas talladas nunca contuvieron estatuas de ninguna espacie. Mucho menos de bronce, como nos han querido hacer creer algunos seudo cronistas del pasado no muy lejano. Pero, aunque las haya habido, quien se podía tomar la libertad de imaginarse como eran, aunque estas nos lo quieran decir, por su diseño.
Con el relleno en cuestión se anularon unas imágenes que habían sido pintadas, sin que sepamos cuando, pero que ya se habían integrado a la fachada, y se conservaban bastante bien.
Con el relleno en cuestión se anularon unas imágenes que habían sido pintadas, sin que sepamos cuando, pero que ya se habían integrado a la fachada, y se conservaban bastante bien.
Las dos pilastras laterales, que enmarcan el conjunto, y que cuentan con hermosos detalles platerescos, algunos de las cuales fueron borrados por los invasores haitianos, fueron intervenidas, agregándole sendas placas talladas con los elementos que supuestamente tuvieron, hasta los fatales años de la intervención haitiana.
Catedral de La Habana
Donde los responsables de tal atrevimiento se pasaron de la parada fue en el adorno que bordea el escudo imperial, del cual solo nos dejaron nuestros vecinos invasores la piedra en la que estuvo gravado dicho escudo. Que fue, precisamente, el único detalle que no se atrevieron a superponerle otra placa contentiva del mismo escudo.
Para completar los “encantos” que una vez tuvo la Ciudad Colonial en algunos de sus monumentos, los mismos arquitectos se tomaron, una vez más, la libertad de modificar el frontón sobre la puerta de San Diego, entrada principal del puerto a la ciudad, desde los mismos inicios de su fundación. Esta vez fueron agregados varios escudos de piedra tallada, igualmente traídos de España.
Puerta de San Diego como lucía antiguamente
PUERTA DE SAN DIEGO Antes y Después de decorada
Para concluir esta anécdota no podía dejar de mencionar la hermosa decoración de que fue objeto la puerta de entrada a uno de los dos palacios que conforman las llamadas Casas Reales.
Al igual que lo ocurrido en la Catedral, y en la Puerta de San Diego, los arquitectos restauradores superpusieron todo un conjunto de detalles, que pudo o no haber sido como el diseñado, y mandado hacer a España.
Quiera Dios, que en momentos como los que estamos viviendo, en los que, por ejemplo, un Ministro de Turismo es el responsable del destino que pueda seguir teniendo el centro histórico más antiguo de América, sin que las autoridades (si es que existen) del área patrimonio cultural intervengan para bien o para mal.
DIOS NOS AMPARE