lunes, 28 de julio de 2014

ANACAONA...INTELIGENTE Y SEDUCTORA


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Es frecuente en las principales ciudades de América y Europa encontrarnos con monumentos a Cristóbal Colón, pero son pocos en los que está acompañado de una bella mujer: Anacaona. Ella  se presenta a los pies del Almirante Cristóbal Colón, semidesnuda con solo un taparrabos y unas plumas en el cabello.
 
Monumento a Cristóbal Colón (Lima, Perú).
A los pies del Almirante, una mujer semidesnuda que sería la taína Anacaona.
Cuando llega Colón a América, toda la tripulación que llevaba meses sin cruzarse con una mujer, quedaron embelesados con Anacaona. Ella poseía belleza, ingenio y talento, que son las armas más poderosas de la seducción. Fresca y codiciable por todos, este mujer de veintiocho primaveras no estaba sola, su marido el indio Caonabo, cacique severo y belicoso no veía con buenos ojos los galanteos, miradas, sonrisas que sin ningún respeto le regalaban los extranjeros.  La situación empeoró con el contingente que dejó Colón en el fuerte Navidad.  Malos españoles, abusaron de las mujeres, esclavizaron y humillaron a los naturales. 

La misma Anacaona que en un principio sentía admiración por los españoles, después de observar y quizás sufrir en carne propia sus tropelias, abrigó para ellos desprecio y rechazo, por eso cuando su marido decide eliminarlos, que con él no había circunstancias atenuantes ni influencias, ella lo apoyó en su empresa.   Así, Caonabo y los suyos destruyeron el fuerte y asesinaron a todos los españoles que se encontraban allí.    Cuando regresa Colón con un mayor contingente y se percata de la masacre, lo captura y deporta a España,  pero en medio del océano, Caonabo escapa de sus cadenas, monta una rebelión y hunde el barco, muriendo en la contienda.

Después, Anacaona consolida su autoridad gobernando la provincia de Xaragua,  la única que no había sucumbido al dominio extranjero.  Sin embargo, España necesitaba el control total de la isla y al mando de Nicolás de Ovando avanzaron con 2500 hombres armados.   Ovando que sabía de la importancia de los jefes o caciques taínos cuyas órdenes eran inmediatamente ejecutadas por el pueblo, decide engañarlos tendiéndoles una emboscada. Se presenta como amigo, organiza una fiesta o banquete, donde asiste Anacaona y 80 jefes más y ante una señal 300 soldados y 70 jinetes inician la matanza de los jerarcas.  Anacaona, logra escapar pero es capturada por Ovando quien sin contemplaciones la ahorcó en público:
“Desde un costado de la plazoleta, el pueblo acompaña a su reina. Anacaona sube los tres escalones que le separan de la plataforma; se ve derrotada pero no vencida, no gime ni se queja. El verdugo se acerca a ella, le coloca la soga en torno al cuello, luego la ayuda a subir a un taburete y templa la cuerda. Anacaona alza la cara por encima del horizonte; contempla a su gente. El verdugo le quita el taburete. El nudo se corre…”
Luis Darío Bernal Pinilla, “Anacaona y las tormentas”
 
Anacaona en el Monumento a Cristóbal Colón (Santo Domingo, República Dominicana).
Historiadores y cronistas elogian a esta heroina dominicana, Bartolomé de Las Casas se refiere a ella como “nobilísima persona, gran señora, benemérita de los cristianos”. Herrera la califica como  “insigne,  mujer prudente y entendida”. Pedro Mártir  de Anglería y Juan Bautista Muñoz coinciden con denominarla “famosa heroína. Charlevoix menciona que Anacaona es “una mujer de ingenio superior a su sexo y a su nación“, el barón Emile Nau dice de ella “graciosa reina e ilustre poetisa”, don Antonio del Monte y Tejada la llena de elogios y don José Gabriel García afirma que su “hermosura incomparable corría  parejas con sus talentos y sus virtudes“. Gianbattista Ramusio;  “a su belleza se unía el  ingenio y la afabilidad“, el padre Meriño la presenta como “la india más hermosa y de más esclarecido talento“. Javier Angulo Gurídi dice “era bella, generosa y espiritual” y el conde Roselly de Lourgues,  “la más notable individualidad; de imparable fama, y  musa visible que personificada la suave poesía y el vivo esplendor de las Antillas

Anacaona y Caonabo

La “flor de oro” que es el significado de su nombre en lengua taína, llenaba con su belleza toda la isla, y  por igual la celebraban indígenas y españoles.  Su pérdida fue un duro golpe para los nativos y quedó inmortalizada en la historia por su  valentía y gran corazón.

Era hermana del cacique Bohechío y esposa del Cacique Caonabo. Anacaona, en la lengua de los indígenas, quería decir Flor de Oro. Anacaona era hermosa como una mañana soleada llena de flores y de mariposas. Fue muy inteligente. Era una poeta, de ella no hay nada escrito porque en la lengua de los indígenas ni se escribía ni se le leía, sólo se hablaba. Ella se aprendía sus poesías de memoria y las declamaba ante los otros indios durante los areitos. Los areitos eran una fiesta religiosas donde los indio bailaban, cantaban y decían sus poemas.

Cuando su hermano Bohechío murió Anacaona se fue a gobernar en el cacicazgo de Jaragua. Los indios viejos y los jóvenes, todos, querían mucho a Anacaona. Ella también los quería mucho a todos y se llevaban muy bien. Esos indios ayudaron mucho a Anacaona cuando ya ella no tenía ni a su hermano Behechío ni a su esposo Caonabo.

Al principio, Anacaona admiraba a los españoles porque tenían muchos conocimientos. Pero los abusos que algunos españoles cometieron mataron la administración que ella les tenia.

Un dia, dijeron al gobernador Nicolás de Ovando que Anacaona estaba preparando un plan contra los españoles. ¿Quién sabe si fue verdad o mentira? En verdad, ella tenía motivos para estar en contra de los españoles. Entonces, Nicolás de Ovando, que también fue un pícaro, le mandó a decir a Anacaona que iba para su cacicazgo de visita amistosa.

Anacaona le preparó un recibimiento con fiestas y bailes. Nicolás de Ovando llegó con más de 350 hombres. La fiesta y los bailes de recibimiento eran un caney. Un caney era una casa grande sin pared en los lados: parecido a un club de los que existen hoy. Allí, cuando estaban en medio de la fiesta todos reunidos, los hombres de Nicolás de Ovando le prendieron fuego al Caney. Casi todos los indios murieron. Anacaona se salvó, pero tres meses después, fue condenada a morir ahorcada. La ahorcaron públicamente en 1504. Todo ese creó mucho miedo entre los indios que quedaron vivos.

Fuente:
Personasjes de Nuestra Historia, SUSAETA. Coleccion Biblioteca Susaeta
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1 comentario:

  1. He visto la estatua en donde está esta bella mujer con Colón.Una pena que siendo tan inteligente la ahorcaran públicamente.

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