viernes, 19 de julio de 2013

QUE PASÓ EN VERDAD EN EL SANTO CERRO?...ORIGEN DE LA LEYENDA DE LA VIRGEN DE LAS MERCEDES....


 El hoy llamado Santo Cerro formaba parte en tiempos precolombinos del Cacicazgo de Maguá. Cuenta  la leyenda, que en 1495 mientras se libraba una batalla entre indígenas y españoles, apareció la virgen de las Mercedes en una gran cruz de madera, que había levantado Cristóbal Colón debajo de un árbol de níspero. Esto  hizo que los indígenas huyeran despavoridos del lugar, y los colonizadores obtuvieran el triunfo.

Antes de morir, Colón pidió a su hijo Diego, la construcción en este cerro de una iglesia en honor a la Virgen de las Mercedes, hecho que no materializo. En 1527 se establece en el cerro el primer convento de la Orden de la Merced. El santuario del santo cerro fue construido en 1880, desde entonces  es un lugar de peregrinaje, donde cada 24 de septiembre se celebran las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Mercedes. Esta fiesta religiosa,  cargada de florklore, símbolos y mitos, atrae a miles de creyentes de todo el país. El Santo Cerro cuenta  además con un museo, y un mirador con una notable vista del Valle de la Vega Real. 

El hoy llamado Santo Cerro formaba parte en tiempos precolombinos del Cacicazgo de Maguá.

 Cuenta la leyenda, que en 1495 mientras se libraba una batalla entre indígenas y españoles, apareció la virgen de las Mercedes en una gran cruz de madera, que había levantado Cristóbal Colón debajo de un árbol de níspero. Esto hizo que los indígenas huyeran despavoridos del lugar, y los colonizadores obtuvieran el triunfo.Antes de morir, Colón pidió a su hijo Diego, la construcción en este cerro de una iglesia en honor a la Virgen de las Mercedes, hecho que no materializo. En 1527 se establece en el cerro el primer convento de la Orden de la Merced. El santuario del santo cerro fue construido en 1880, desde entonces es un lugar de peregrinaje, donde cada 24 de septiembre se celebran las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Mercedes. Esta fiesta religiosa, cargada de florklore, símbolos y mitos, atrae a miles de creyentes de todo el país. El Santo Cerro cuenta además con un museo, y un mirador con una notable vista del Valle de la Vega Real.


Los vencedores escriben los libros de historia, hablando de conquistas y choques culturales desde su propio punto de vista. A veces es imposible adivinar qué pasó verdaderamente, pero, usando la evidencia histórica y los métodos antropológicos, podemos atisbar, por lo menos, cómo ocurrió un episodio. Es eso lo que he intentado aquí con la primera gran batalla ocurrida entre los europeos y los amerindio—la batalla del Santo Cerro, en marzo de 1495.

El 14 de marzo de 1495, el Almirante, Gobernador y Virrey Cristóbal Colón y 200 soldados de la infantería española, 20 jinetes españoles también armados, y un número indefinido de indios taínos aliados—los hombres del Cacique Guacanagaríx --arribaron al lugar conocido como el Santo Cerro, un pequeño poblado al noroeste de la actual ciudad de La Vega, en la República Dominicana. Ellos habían salido del pueblo de La Isabela, en la costa norte, y habían marchado a través del Paso de los Hidalgos en ruta hacia el cacicazgo principal de Guarionex, en el corazón del Cibao montañoso y fecundo en oro.  Cuánto duró esta marcha es algo que los registros que han supervivido no nos dicen. Los indios en el grupo probablemente superaban en número a sus aliados españoles en el orden de cinco a uno, algo que resultó común más tarde en las batallas de la historia americana: los europeos se llevaron todo el crédito en las historias que contaron sobre las batallas acontecidas, minimizando la parte jugada por los Indios aliados o excluyéndolos completamente de la historia oficial.

Así es como la historia de la batalla del Santo Cerro, y la leyenda de la Virgen de las Mercedes, nos ha llegado en la historia. Pero, como todos sabemos, los vencedores escriben las historias y rara vez incluyen el punto de vista del “otro,” en este caso los enemigos taínos, quienes no nos dejaron una relación escrita por ellos del acontecimiento. Los antropólogos que se especializan en la historia y la cultura de los taínos, sin embargo,  los eventos previamente descritos podrían ser explicados desde una perspectiva menos eurocéntrica. Tal batalla, la primera confrontación suficientemente importante entre europeos y amerindios, fue un choque no sólo de guerreros y armamentos, sino de tradiciones y creencias. Los taínos no sabían que los españoles pelearían hasta la muerte, o por lo menos hasta que uno de los contrincantes se rindiera oficialmente y se negociara un tratado, que explicitara los términos de la conquista y de la derrota.
 
Asimismo, los españoles no sabían que los taínos peleaban (aunque raramente) hasta que uno de los adversarios fuera claramente el vencedor—no se necesitaba una rendición escrita ni un tratado oficial. Quién estaba ganando era algo bastante evidente para todos, de manera que la batalla terminó, y ambas parte regresaron a sus hogares a vivir sus vidas cotidianas.

En el Santo Cerro a finales de marzo de 1495, parece que tanto unos como otros creyeron que habían ganado la batalla. Maniocatex y Guarionex, sabiendo que ellos eran los evidentes vencedores, habiendo repelido a los aliados de los españoles y forzado a éstos a retirarse hacia la montaña tan alto como pudieron, sencillamente se fueron a sus casas la noche que terminó la batalla, como era su costumbre—los ataques a la cruz pueden haber sido un gesto simbólico de desprecio o podría aun haber sido perpetrado por algunos de los mismos descorazonados aliados taínos de los españoles, antes de marcharse a casa.
 
Cuando los españoles despertaron ante un campo de batalla vacío al amanecer, sin embargo, supusieron que los taínos se habían retirado. En cuanto a la cruz indestructible, se sugiere Colón no cortó un árbol de níspero para plantar la famosa cruz, sino que hizo la cruz de un árbol vivo arraigado profundamente en la tierra, y por tanto, difícil de tumbar—mientras su madera verde y viviente sería difícil de quemar, o de cortar con hachas de piedra. La luz blanca y el descenso de la Virgen en un brazo de la cruz, que sólo vio Fray Juan Infante, se trata de intentos sinceros de explicar—muy probablemente de manera retrospectiva—el triunfo milagroso de los españoles sobre los guerreros taínos.

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