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Cualquier persona que se considere capaz, o que tenga el “feeling” necesario, para intervenir un monumento, una edificación antigua cualquiera, o un conjunto de estas, tiene que saber, entre muchas otras cosas, que debe estar dotado de algo que no se compra en votivas, que no se aprende en ninguna escuela, ni leyendo libros, o participando en seminarios. Y, por supuesto consultar con los que cuentan con los ingredientes mencionados, despojándose de pretensiones que no ostenta, propias de ignorantes.
Entre los conocimientos de que debe estar dotado se encuentra el de la aplicación del recubrimiento exterior, entre el que se encuentra el color. Esto así, cuando la intervención de un bien que se va a restaurar requiere, necesariamente, que se desprenda el recubrimiento con que cuenta al momento de la intervención. Es decir, como sucede en casi todos los casos de las edificaciones que se encuentran en nuestra Ciudad Colonial que, como debe saberlo el restaurador, las edificaciones que se han conservado dentro del perímetro del sector antiguo de Santo Domingo, han sido, todas, intervenidas en diferentes épocas, principalmente durante el período posterior a nuestra independencia, cuya etapa en términos arquitectónicos algunos han denominado “arquitectura republicana”, confundidos con “período republicano”, ya que no existe esa variedad arquitectónica como tal.
Pues bien, en vista de la necesidad de desprenderle la “piel”, como han llamado algunos de nuestros perínclitos restauradores al material usado para recubrir las paredes, cuando no son de piedra, y reponérsela con una mezcla (pañete) combinando diferentes materiales, el color que deberá aplicársele es el que tuvo originalmente. Esto si es que se desea devolverle a ese bien el espíritu que tuvo en su momento.
Se, que algunos de mis competidores me han criticado por usar el blanco en las edificaciones que, al restaurarlas, han demostrado no haber sido construidas de piedra. Y que por sus características son clasificadas como pertenecientes al siglo XVI, período en el que solo se llegó a emplear la cal apagada, así convertida en pintura. Obteniéndose con ella, no solo el color que se acostumbraba en su momento, sino como protección de las inclemencias del tiempo. Dicho en otras palabras, utilizando los mismos procedimientos que se utilizaban en los lugares de origen de los que cruzaron el charco, con posterioridad a Frey Nicolás de Ovando, co deseos de mejorar sus condiciones de vida.
Confundidos por carecer de la experiencia necesaria y, por qué no, del “feeling” del que mencioné al principio, algunos, más bien algunas, de las que han sido responsabilizadas a meter sus narices en algo tan delicado, se han puesto a decir, que han buscado, utilizando procedimientos arqueológicos, los colores de las edificaciones que están interviniendo, y han encontrado que las mismas estuvieron pintadas de diferentes colores. Lo que es posible, ya que esas edificaciones, aunque fueran del siglo XVI, llegaron a ser totalmente modificadas, estructural y estéticamente, durante los siglos posteriores.
Entendida la anterior explicación, he pensado, que los argumentos esgrimidos no aplican, en lo absoluto, a lo que están diciendo, y tratando de hacer estas arquitectas. Que las investigaciones arquitectónico-arqueológicas deben ser profundizadas y estudiadas por expertos de verdad, con más detenimiento, lo que no podrán hacer, dada, entre otras cosas, la premura con que el ingrediente político que le sigue sus pasos, no se lo permitiría. Terminando, siendo el patrimonio del centro histórico más antiguo de América el que pague las consecuencias. Pero, como de lo que estamos hablando no es de nada similar a Loma Miranda, Bahía de las Águilas, o el Metro de Santo Domingo, que trata de algo que muy poco interesa a la gran mayoría de los dominicanos, todo seguirá de la misma manera que como siguió hace tiempo, cuando políticos y jerarcas de la iglesia empezaron a meter manos, cada vez más.
Por otra parte, estas, y estos profesionales de la arquitectura, algunos de los cuales han tomado cursos de restauración en Roma, no acaban de entender, por más que se les haya dicho, que la Ciudad Colonial no es el Viejo San Juan, ni Cartagena de Indias, ni La Habana Vieja, y mucho menos Antigua, Guatemala. Que lo que se haya hecho en esos centros históricos del área del Caribe, no guardan relación con lo que nosotros tememos que hacer. Que mientras ellos han hecho un excelente trabajo en lo que tienen, que es en ciudades posteriores a Santo Domingo, en donde sus arquitecturas corresponden a los siglos XVII, XVIII, y hasta XIX, en las que si fue aplicada la cal mezclada con diferentes tintes, y lucen maravillosamente, lo nuestro es en su mayoría, auténticamente, siglo XVI. Líbrenos Dios de un arroz con mango, que aunque debe lucir precioso, debe saber a m….
CARATAGENA DE INDIAS
Me he permitido hacer esta enésima advertencia, no a las autoridades del Ministerio de Turismo, que lo único que saben de esto es manejar los fondos, y sacarle ventaja política, sino a las responsables de aguantar el resto, cuando llegue su momento, y a la totalidad de los ciudadanos dominicanos, que aunque no les interesa el tema, tendrán algún día que pagar los disparates que hicieron los políticos, y los que se meten donde no caben.
LA VIEJA HABANA
ANTIGUA GUATEMALA
CIUDAD COLONIAL DE SANTO DOMINGO
Imagenes, para un recurdo de aquellos que aún conocen la historia de los pueblos insulares de América. Rica, impresionate, y educativa
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