sábado, 23 de agosto de 2014

ANECDOTAS DE UNA VIDA PRODUCTIVA (2)




by medelmonteu



No bien había transcurrido algún tiempo desde mi encuentro con el Presidente Balaguer para aclarar lo ocurrido con el Colegio Dominicano de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (CODIA), cuando se suscitó un nuevo problema. Esta vez, no relacionado con título ni afiliación alguna, sino con una nueva obra que estábamos a punto de comenzar.

 
Han de saber, amables lectores, que desde el inicio del programa que pusimos en marcha en el año 1967, una de las ideas que daban vueltas en mi mente era la de crear una serie de paradores, u hostales en la Ciudad Colonial, mediante los cuales se llenara el vacío existente en el centro histórico después del ajusticiamiento de Trujillo (1961) y, posteriormente, con la revolución de 1965. Para aquel entonces, el sector colonial había sido convertido en poco más o menos que un arrabal. Las edificaciones principales, en su mayoría pertenecientes a la familia del dictador, y sus allegados, al igual que a personas económica y socialmente destacadas de la ciudad, habían sido abandonadas, permitiendo que gente humilde del pueblo las invadieran. Lo que cualquiera podrá pensar en el arroz con mango en que se convirtió aquello.
 
Para buscarle alguna solución a tremendo problema, tenía la idea de los paradores y hostales, que sustituirían en parte las condiciones de vida del sector, mientras se iba solucionando el problema de manera definitivamente global. Si a los ciudadanos dominicanos o extranjeros que residían el casco histórico, que hasta aquellos momentos se constituía, casi única y exclusivamente, en la capital de la República, no obtemperaban regresar, como de hecho sucedió, la mejor solución consistía en sustituirlos por visitantes (turistas), mientras otras posibles soluciones se pusieran en marcha, si es que algún día sucedía.
 
Para dar inicio a este proyecto fueron seleccionadas una docena de viviendas antiguas que, además de buenos espacios, dispusieran de encantos arquitectónicos y ambientales. Tal como se empezaba a hacer en algunos países europeos, como era el caso de España. Para que tan ambicioso proyecto pudiera cuajar, en un medio tan difícil como el nuestro, era necesaria la inclusión de las mismas en un decreto oficial, como efectivamente sucedió.
 
No bien se supo lo que traían las aguas, cuando empezaron a surgir protestas de quienes veían el tema como la muerte y entierro de los sueños de los que decían “NO PUEDE SER”, refiriéndose a mí persona. Y empezaron los cabildeos, el uso de los diferentes medios de comunicación, y los “padrinos” de siempre. Que haciéndose los pendejos, se ponían al servicio de las peores causas. Tal y como sigue sucediendo actualmente en nuestro país.
 
En medio de la situación en que se desenvolvía la nación, como consecuencia de todo lo que había ocurrido en términos de unos cuantos años, el presidente Balaguer, que había asumido la responsabilidad de darle luz verde a la idea de crear un programa y una agencia oficial para darle frente a tamaño problema (1967), aprobó nuestra sugerencia sobre los paradores y hostales.
No bien estábamos preparándonos para iniciar el primero, cuando se presentó el primer inconveniente. Que consistió en el hecho de que las casas que serían intervenidas para darle paso al Hostal Nicolás de Ovando, utilizando las casas que fueran propiedad del primer gobernador de La Española, y fundador de la ciudad de Santo Domingo en 1502, se encontraban ocupadas como depósito de los arquitectos Eugenio Pérez Montas y Manuel Valverde Podestá, quienes estaban restaurando las Casas Reales, ubicadas casi enfrente.
 
Sin que se nos comunicara el propósito de su segunda visita a nuestros predios, el Presidente Balaguer nos sorprendió. Al igual que su visita anterior, para ver con sus ojos (que todavía veían) los trabajos que se desarrollaban en el sector de las Atarazanas Reales, en esta ocasión se volvió a presentar a nuestras oficinas con el propósito de confirmar la autorización que nos había dado de iniciar los trabajos del hostal de la calle Las Damas.
El Ingeniero Bienvenido Martínez Brea, el mismo que actuó responsablemente en el caso del CODIA, me insinuó que acompañáramos al presidente a la Plaza España. Una vez allí el presidente me preguntó por los trabajos del hostal, a lo que yo le respondí, que no habíamos podido iniciarlos, por el hecho que mencioné arriba. A seguidas, el Dr. Balaguer me dijo: “Como es posible, si ya yo le comuniqué al arquitecto Pérez Montas que se iban a iniciar otras obras allí.” Y de inmediato preguntó: “Donde está Pérez Montas, que yo vi hace unos momentos?” Sin pérdida de tiempo el arquitecto, que se encontraba detrás de presidente, se puso delante de él, diciéndole, aquí estoy señor presidente. El Doctor, de una vez le dijo: “Por favor, entregue los inmuebles a Del Monte lo antes posible”.
 
Lo que acabo de narrar no fue traído de una novela rosa, ni nada parecido. Sí fue un acto de los que acostumbraba el presidente Balaguer cuando deseaba resolver un impasse, sin ofender, ni echarle vainas a nadie. Pero todo aquello fue debidamente planeado tal y como lo he narrado, hasta el punto que ya teníamos preparada la traída del “rendering”, dibujo arquitectónico a colores, que el arquitecto José Ramón Prat (Pusiso), del estaff de la OPC, trajo de inmediato.


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