Para ponerle punto y coma a mis anécdotas, no podía dejar de tratar un tema que, aunque muy ajeno a mis actividades cotidianas, ha dejado en mí una gran experiencia. Se trata, de algo en que me vi precisado participar por un tiempo y, por supuesto, incluirlo en estos relatos, que mi conciencia me ha exigido dejarlos en blanco y negro, y en un disco duro. Se trata, como habrán de imaginárselo algunos, de política.
Aunque ya lo he dicho, durante los doce años que serví al gobierno del Dr. Joaquín Balaguer, como director de la Oficina de Patrimonio Cultural (6/1967-10/1978), ninguno de los reclamos que recibí me indujeron a inscribirme en el Partido Reformista Social Cristiano, ni considerarme un balaguerista más.
Fue así, como jamás me envolví en actividad política alguna, no obstante haberle servido con mucho entusiasmo al líder del partido del gallo colorao, hasta que un día recibí una llamada del Profesor Juan Bosch, líder del partido de la estrella amarilla, en la que me dijo que tenía interés de tratarme un asusto personalmente.
Intrigado con la llamada, y con lo expresado por el Profesor, decidí ir de inmediato a verlo a la dirección que me dio, y que resultó ser la de la querida amiga Natacha Sánchez, adonde asistía semanalmente a una tertulia de índole cultural, que tenía un tiempo llevándose a cabo, y a la que asistían, regularmente, Don Juan y Doña Carmen. Una vez allí me hicieron pasar al área de la casa donde se celebraban las tertulias, y se encontraba el líder del Partido de la Liberación Dominicana, quien me recibió muy afectuosamente.
Después del saludo de rigor, y unas palabras introductorias, el Profesor me habló de Don Nandito, como llamaban a mi padre, de su integridad como ciudadano, y de su alejamiento de la actividad política, aún durante la era de Trujillo, que era mucho decir. Y a seguidas, refiriéndose a mí, me comparó con mi padre y, sin pensarlo dos veces, me hablo del motivo de su invitación. Esbozó un recuento de la situación imperante en el país, y la necesidad de un verdadero cambio.
Y a seguidas me comentó sobre los planes que tenía su partido, entre los cuales contemplaban crear un movimiento de apoyo compuesto por personas como yo, apartidistas e independientes, políticamente. Que ofreciendo una imagen fresca contribuyera con la campaña que se iniciaría en breve, promoviendo su candidatura a la presidencia de la República en las elecciones generales de 1994.
A los pocos días de este encuentro, recibí otra llamada, esta vez de su partido, para convocarme a la reunión constitutiva del movimiento que llevó por nombre CAMBIO 94, que fue en los salones de Fiesta de Lux. Encuentro en el que conocí la mayoría de sus integrantes, al igual que al coordinador del movimiento con el partido, el Lic. Félix (Felucho) Jiménez, al igual que a su asistente, el Ing. Frank Rodríguez.
Ya despidiéndome, Don Juan me pidió que aguardara un momento, tenía otro asunto que tratarme. Para mi sorpresa, me dijo, que él se había referido a Leonel Fernández comparándolo con una “mina de oro”.
Yo, que apenas había oído hablar de Leonel Fernández, le pregunté, que podría yo hacer para complacerlo en tan delicada misión. De inmediato me dijo, que él sabía de mis relaciones con personas que, como yo, no pertenecían a ningún partido, y que mi aporte en ese sentido sería importante. Mi respuesta fue que contara con migo, una vez más, no obstante mi escasa experiencia en política.
Ya constituido el movimiento comenzaron las reuniones, en la primera de las cuales se creó una directiva, recayendo en mí la Secretaría de Cultura, Prensa y Propaganda. Con tamaño compromiso tuve que dedicarle todo mi tiempo libre a tratar de conquistar adeptos, visitar los diferentes medios y, sobre todo, organizar un evento cultural, en el cual se expusieran las actividades que se llevarían a cabo en un gobierno encabezado por el Profesor Bosch. Evento que fue realizado en el Hotel V Centenario, y que se constituyó en un rotundo éxito.
Otra de las actividades en las que participé fue una visita a Monte Plata, en compañía de mi primo Ylander Selig Del Monte, en quien había recaído la responsabilidad de promover la candidatura presidencial del Profesor Bosch en esa provincia, y del señor Rafael Rivas. Antes de emprender el viaje me informaron que el candidato vicepresidencial Dr. Leonel Fernández Reyna nos acompañaría.
En camino a la residencia del Dr. Fernández mis compañeros de viaje me dijeron, que habían pensado en que uno de los tres se fuera con él, ya que el carrito en que íbamos no reunía las condiciones para cuatro personas, y me sugirieron a mí. Ya en el estacionamiento de donde vivía el Dr. Fernández Ylander le comentó lo que habíamos acordado, y sin pérdida de tiempo nos pusimos en marcha.
Para mí el viaje resultó una nueva experiencia ya que, además de nunca haber tratado al Dr. Leonel Fernández, se me presentaba la oportunidad de tratarlo y, quien sabía, colaborar con un posible presidente.
Después del viaje lo invité a cenar un par de veces en mi casa, a las que se acusó casi a última hora. Con el motivo de seguir cumpliendo con mis deberes de relacionista público del movimiento, le solicité al Dr. Francisco Ortega, una invitación para el Dr. Leonel Fernández para la nueva sección del periódico Hoy, llamada la Esquina Joven de Hoy, dándome una escusa por respuesta. Se estaba comenzando la nueva sección, y el Dr. Fernández no era una figura tan conocida para incluirlo en uno de los primeros programas. Ni corto ni perezoso, yo le di la razón, pero agregué, que justamente lo que pretendíamos con esa presentación era darlo a conocer. Además de que el invitado era un candidato vicepresidencial. La respuesta no se hizo esperar, la invitación llegó a mis manos unos días más tarde.
¿Donde estaban sus fervientes seguidores, solo tres años antes de convertirse en su dios?
A los pocos días me correspondió dar una conferencia para integrantes de CAMBIO 94, al igual que del PLD, de las que se celebraban todos los martes en el Hotel Napolitano. Al término de la misma, fui felicitado por los asistentes, entre los cuales se encontraba el Dr. Leonel Fernández, quien entre otras palabras me dijo, que con mi disertación había conocido al hombre de los monumentos, de quien tanto había oído hablar.
Otro de los proyectos que puse en marcha fue el de copiar en serigrafía el retrato que le había hecho el famoso pintor ecuatoriano Osvaldo Guayasamín al profesor Bosch, de las que se hicieron 500
unidades, con el propósito de obtener algunos fondos para el movimiento.
Pasadas las elecciones, resultando triunfador el Dr. Balaguer, jamás oí nada más del movimiento, ni del candidato vicepresidencial, hasta poco antes de las elecciones de 1996, cuando nuevamente me llamaron para participar en la nueva campaña, de la que me retraje casi totalmente. La experiencia vivida en Cambio 94, en el que conocí bastante al “ciego durmiendo, y al cojo sentado”, como se dice vulgarmente, y el desengaño obtenido por la actuación de la mayoría de los miembros del partido, una vez terminados nuestros servicios.
Entre los recuerdos que guardo en mi memoria puedo destacar lo ocurrido en una ocasión en que fuimos convocados para filmar un spot publicitario, en el que pusimos cuerpo, alma, y corazón. Al pasar los días, nos quedamos esperándolo, y como si no hubiéramos hecho nada, jamás nos enteramos de lo que había ocurrido. Informes llegados a nosotros, decían que no se había presentado en la programación del partido, debido a que los directivos del PLD no podían permitir que Cambio 94 los eclipsara a ellos. Como efectivamente se percibía estar sucediendo.
A partir de entonces, me alejé de toda actividad política, no así de Don Juan, con quien mantuve la misma relación, y continuamos viéndonos los martes en la tertulia de Natacha.
Continuará.