Me habrán oído hablar, hasta el cansancio, de mi participación como Director-Fundador de la Oficina de Patrimonio Cultural (OPC), en el año 1967, de cuya prolongada actividad solo me he acostumbrado a referirme al tema relativo a la restauración de monumentos.
Pues bien, llegado el momento de tocar otros temas, como era de esperarse, en la presente anécdota comentaré lo que también se constituyó en otra de nuestras preocupaciones de entonces, y de siempre.
Entendiendo que las desastrosas condiciones en que se encontraba nuestro patrimonio artístico, desde el mismo inicio de nuestra gestión decidimos crear un programa, tendente a rescatarlo. Esta versión del patrimonio cultural, en su mayoría está compuesto por obras de arte religioso correspondientes a los períodos en los que Santo Domingo fue capaz de reunir una buena cantidad de pinturas y esculturas correspondientes al siglo XVI. Período en el que la Primada de América fue la colonia más importante del Nuevo Mundo.
La degradación del tesoro artístico religioso que continúan guardando las iglesias era tal, que una buena parte permanecía arrumbada en lúgubres almacenes, ubicados junto a las sacristías, torres de campanarios, y otros espacios. Cuando todavía quedaba algo, ya que la gran mayoría fue abatida por las inclemencias del tiempo, y el abandono, o descuido, por parte de la iglesia, del gobierno, y la ciudadanía.
Para iniciar los trabajos de recate y revalorización fue necesario contar con la ayuda del sector privado, ya que las condiciones económicas del gobierno de entonces apenas le permitían dar el frente a los recursos monumentales, que se encontraban, igualmente, en penoso estado de conservación. Fue así como el señor Don Ernesto Vitienes Lavandero, quien poseía una de las casas de la calle Atarazana, justamente frente a la sede de la OPC, aceptó nuestra propuesta.
El Centro ocupó la casa No.13 de la calle Atarazana. Es la que se encuentra en la ezquina izquiera.
Complacidos por su propietario, preparamos un proyecto, que consistió en restaurar la parte frontal del inmueble, y una vez terminadas las obras instalamos los equipos estrictamente necesarios para empezar una nueva batalla, batalla que ha sido desconocida.
Al acto de inauguración asistieron el señor Miguel Ángel Jiménez, en reresentación del presidente Balaguer, Ángel Miolán, Director General de Turismo, Francisco batista García, en representación del Secretario de Estado de Educación, el Dr. Manuel Mañón Arredondo, Monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito, quien impartió la bendición del local, y otras personalidades.
Para poder cumplir con lo propuesto contábamos con los servicios de una persona a quien le habían salido las muelas cuidando la rica colección del Alcázar de Colón que, aunque no pertenecía a lo que existía en el país, constituía el más rico legado artístico colonial con que cuenta el patrimonio cultural de nuestro país. Juan Fidelio Guzmán Ramos, a quien le agradezco su colaboración en lo que tuvimos que nos correspondió hacer en tan dura prueba, fue enviado por nosotros con una beca del Centro Regional Latinoamericano para la Conservación y Restauración de los Bienes Culturales, Churubusco, México, Patrocinado por la UNESCO, en el que se preparó para restaurar bienes culturales de tipo artístico. Siendo un cuadro de la Virgen de La Antigua, perteneciente a la Catedral de La Vega, una de las primeras obras en ser restauradas.
En la fotografía aparece, de espalda Juan Fidelio Guzmán Ramos, en compañía del Director de la
OPC, Arq. Del Monte Urraca, y el sacerdote e historiador dominico, Fray Vicente Rubio.
Esta obra formó parte de la exposición que organizamos en la sala ejecutiva del Banco de Reservas, de la calle Isabel La Católica, antes de retornar a La Vega, acto que se llevó a cabo durante una procesión por las calles de la Ciudad Olímpica.
Posteriormente, el Centro de Restauro fue trasladado a la parte posterior de la casa, después de haber sido intervenida con la ayuda del señor Vitienes Lavandero, por el hecho de haber sido entregada la parte frontal al Centro de Rehabilitación, donde fue instalado una galería de arte, con el propósito de recaudar fondos para el Centro.
Una de las principales tareas a las que se avocó el Centro fue la restauración de importantísimas piezas pertenecientes al Alcázar se Colón, que fueron maltratadas durante la contienda bélica de 1965, dos años antes de iniciarse el programa de la OPC.
Igualmente, se impartieron toques de mantenimiento a algunas de las piezas del tesoro de la Catedral, que fueron exhibidas en la Exposición de Arte Sacro, que tuvo efecto en el Banco de Reservas.
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