jueves, 3 de julio de 2014

EL OBELISCO...



OBELISCOS



       El Obelisco de Santo Domingo, tercero de los de considerable tamaño, de nuestra época, corresponde al de la ciudad de Santo Domingo. El nuestro tiene una altura de 40 metros, y una estructura hueca de hormigón armado. El diseño estructural correspondió al ingeniero Antonio Thomén, y la construcción al ingeniero Rafael Bonelly García. Fue inaugurado en el 11 de enero de 1937.
 
 
 
Según relato del Dr. Víctor Garrido hijo, sucedió que en una reunión con el Secretario de la presidencia, Dr. Moisés García Mella, un señor presente en el encuentro le presentó una fotografía del Obelisco de Buenos Aires, que apareció en una revista argentina, y que había sido inaugurado recientemente. Al ver la imagen el funcionario comentó sobre la posibilidad de construir uno parecido en Santo Domingo, con el propósito de honrar al Presidente Trujillo.
 Al igual que los otros dos fue dedicado a un acontecimiento histórico. En este caso, no resultando del agrado de una mayoría del pueblo dominicano, pues se trataba del cambio que se produjo del histórico nombre de Santo Domingo, por el de Ciudad Trujillo, apellido del dictador Rafael L. Trujillo Molina, quien a la sazón llevaba seis años al frente del gobierno.
A la caída del régimen de 31 años, el Obelisco no fue derribado, como se esperaba. En cambio le fueron eliminadas unas inscripciones que tenía grabadas en tres de sus caras, en alusión a Trujillo, que fueron recubiertas con cemento.


Como para tratar temas como el de este obelisco, hay que dedicarse a escribir sobre temas conflictivos, me reservaré mi opinión, en cuanto a lo político se refiere. En lo atinente a lo que ha sucedido últimamente, como el hecho de haber convertido el obelisco del Malecón, año tras año, en un árbol de Navidad, y más recientemente en una especie de soporte pictórico, en el que varios pintores dominicanos han plasmado su obra, siendo patrocinados por diversas empresas comerciales, no puedo ocultar, que ambas cosas las considero ridículas.
O se conserva un monumento conmemorativo tal cual fue construido, o se quita del medio.
Siempre he oído decir, que cada pueblo tiene, no solo el gobierno que se merece, sino lo que el mismo pueblo acepta sin externar opinión alguna. Y si el gobierno, y el pueblo, han decidido conservarlo, pues que así sea. Y punto.
No obstante pienso, que si el monumento tiene tantos motivos por los que fue erigido, como a quien fue dedicado, lo que este recuerda, los mensajes que tiene grabados, aunque recubiertos, además de su prístino color blanco, no han sido del agrado de la ciudadanía, debió haber sido demolido, de la misma manera que se demolió la Glorieta del Parque Independencia y se abandonó a su muerte el Teatro Agua y Luz.

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