Nació el 25 de febrero de 1816, fruto de la unión matrimonial
de Antonio Mella Álvarez y Francisca Castillo Álvarez. No existe documentación
informativa sobre los centros donde cursó sus estudios durante las dos primeras
décadas de su existencia pero, lo cierto es que llegó a poseer una amplia
instrucción que lo capacitó para el desempeño de muchos menesteres.
Contrajo matrimonio con María Josefa de Brea, perteneciente a
una familia burguesa importante, aunque ninguno de los dos aportó grandes bienes
al matrimonio, según hace constar en el testamento fechado 5 de mayo de 1859.
Fue ya casado, cuando al parecer adquirió sus bienes y propiedades, parte de
ellos por vía hereditaria tras el fallecimiento de su padre en febrero de
1837.
A su clara inteligencia y una admirable organización mental,
unía un intrépido carácter, osado y valeroso, una particular intuición para la
estrategia bélica, y dotes diplomáticas. Dominaba el francés.
No se sabe tampoco cuando conoció a Juan Pablo Duarte pero,
fundada la Sociedad Secreta "La Trinitaria", se adhirió a ella en calidad de
"comunicado" , junto a Francisco del Rosario Sánchez y Félix María Del Monte.
Duarte vio en Mella un discípulo de condiciones excepcionales y lo designó para
sustituir a Juan Nepomuceno Ravelo cuando éste fracasó en las gestiones que le
encomendara, de llegar a un acuerdo con los dirigentes haitianos cuando se
organizaba el movimiento de la Reforma (paso previo para alcanzar la
independencia). Mella alcanzó un éxito total.
Al estallar la rebelión independentista la noche del 27 de
febrero de 1844, Mella dispara su famoso trabucazo en la Puerta de la
Misericordia, partiendo desde allí los conjurados hacia la Puerta del Conde,
donde es proclamada la República e izada la Bandera Dominicana.
Cuando el general Pedro Santana en sus afanes colonialistas
desata la persecución a los seguidores del ideario Duartiano, Mella es apresado
y desterrado. Volvió al país en 1848 amparado por la Amnistía decretada por el
Presidente Manuel Jiménez. Cuando Faustino Soulouque invade el país, Mella se
incorporó al Ejército, destacándose en la famosa Batalla de Las Carreras, tras
la cual hace las paces con Santana, a pesar de que lo había apresado y deportado
anteriormente. Por un tiempo Mella pareció olvidarse de los ideales duartianos y
desempeñó varios cargos entre los cuales se encontró la presentación a España de
la alternativa entre el protectorado del país o el reconocimiento de su
independencia. Sin embargo, arrepentido de su actuación, cuando en 1860 tiene
noticias de los planes de Santana para proponer la anexión de la República a
España se disgustó con él, oponiéndose rotundamente al proyecto, siendo
nuevamente encarcelado y 72 días más tarde deportado una vez más.
Días antes de desatarse la epopeya Restauradora retorna a
Santo Domingo, sumamente enfermo, razón por la cual se le permitió desembarcar y
tan pronto se dio el grito de Capotillo, partió hacia San Francisco de Macorís
para integrarse a las luchas del pueblo en armas. El 17 de marzo de 1864 fue
electo Vicepresidente de la República, ya en las proximidades de su muerte que
habría de producirse el 4 de junio de ese año en la ciudad de Santiago,
semidestruida por un incendio. Antes de morir tuvo la alegría de abrazar a
Duarte nuevamente, su viejo maestro, cuyas prédicas había vuelto a obedecer.
Pidió que lo enterraran envuelto en la Bandera Nacional y, así se
hizo.
HIMNO A RAMON MATIAS MELLA
No fue nunca la divisa del instinto de matar,
ni fue el rígido instrumento de la fuerza militar
ni fue el rígido instrumento de la fuerza militar
provocando las groseras ambiciones del poder:
Fue tu espada la divisa del honor y del deber.
Fiel discípulo de Duarte,
comprendiste el ideal,
y sirviendo los destinos de la causa nacional,
disparaste tu trabuco ,
que rugió como León,
despertando Las conciencias
y clamando redención.
La Bandera fue tu culto,
la Bandera fue tu altar,
La Bandera fue tu culto,
la Bandera fue tu altar,
y dijiste: Cuando vaya para siempre a descansar,
que ella envuelva mi cadáver
y moriste con honor,
en los brazos siempre abiertos
de la enseña tricolor.
Y después cuando quisieron,
de la fosa recoger,
tus cenizas venerandas,
un milagro pudo ser:
encontraron la bandera,
la Bandera tricolor,
reviviendo en sus matices
la grandeza de tu amor.
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