Los
pueblos se deben a los proto-hombres que de una forma u otra ayudaron a
conformarlos tal y como sean hoy dia, aunque muchas veces la realidad actual
sobrepuje en mucho o no, la idea concebida por aquellos hombres en aquella
época. Cosas del proceso històrico.
Con
Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Matias Ramón Mella, a nosotros los
dominicanos, nos sucede muy diferente como le acontece a Bolivar, Sucre, San
Martìn, Belgrano O`Higins, Josè Martì, Dessalines o Washington en los paìses que
lucharon por independizar. A ellos, simple y llanamente las generaciones
posteriores, iletradas o no, asì como los historiadores le han atribuido la
gloria cimera de la Patria.
Sin dudas. Sin conatos de sospecha. A diferencia,
nosotros los dominicanos, no todos sino los estudiosos de nuestra incongruente y
arrìtmica historia, de contìnuo tenemos que traer a colaciòn, en laudable y
provechosa requisitoria a nuestros proto-hombres, cuestionarlos a la luz de los
documentos històricos, buscar allì y allà, desesperados por màs evidencias y
claridad.
Eso no
debe acomplejarnos. Somos hijos de un paìs conflictivo. De un paìs
problematizado...De un paìs, en el que muchas veces las fantasias històricas han
surgido a veces del repentino capricho de tiranuelos de turno y si a tiempo, los
estudiosos, no toman carta en el asunto tienden a entronizarse, andando las
dècadas, en verdades indudables, e intocables, con visos de anatema para el que
las toque o cuestione.
Dentro
de esa constelaciòn de dias patriòticos hay uno que destella como un sol, madre
de todos los demàs. El 27 de Febrero. Punto de arranque...Comienzo...Lìnea de
salida...Inauguraciòn...Nacimiento...Principio ..Luz..
El
doctor Josè Nùñez de Càceres, sin que se derramara ni una sola gota de sangre y
sin que se tuviera que disparar un solo tiro, en 1821, junto a un grupo de
notables, declarò oficialmente independiente esta parte de la española con el
nombre de Estado libre del Haitì Español, bajo la protecciòn de la Gran
Colombiabolivariana.
Apenas
dos meses despuès, Boyer, que recièn habìa unificado su paìs con tropas
fuertemente entrenadas y àvidas de nuevas aventuras, entrò tranquilamente a
conquistarnos. Y lo hizo por la puerta "ancha". tampoco esta vez sonò un solo
disparo, y asì, lo que conquistamos con extrema facilidad, se perdiò de igual
manera.
Habrian
de pasar veintidos largos años. La cita con la gloria forjadora de la Naciòn y
patria dominicanas estaba fijada en los arcanos y azares misteriores y
hermèticos de la historia para el 27 de febrero del 1844. Y se cumpliò. Y se
inmortalizò para nosotros los dominicanos esta fecha que nos compromete, nos
obliga y recuerda tantas cosas, que hoy por hoy parecen haber sido, por los mas,
herrumbradas en el zafacon del olvido.
Altibajos...Deserciones...Traiciones...Cobardias,
entremezclados con heroìsmos, enterezas, sacrificios, martirios cruentos e
incruentos, han hecho, de esta Repùblica Dominicana en sus años de vida un
amasijo de luces y sombras, de dignidad y de oprobio, de grandeza heròicamente
ganada y vilezas vergonzantes.
Es la República Dominicana la abuela de todos los pueblos
de América y cuna de nuestra democrática hispanidad, siguiendo la proyección
luminosa de Juan Pablo Duarte, nuestra pequeña república antillana se ha
esforzado en caracterizar y modelar su propia determinación política y luchando
contra las hiedras de la ambición y la locura, se ha mantenido indemne a las
asechanzas e incorruptible a los apetitos de las pasiones predictorias puesto
especial en el sentido de la admirable hispanidad de sus hijos, ya que tuvo que
sufrir durante muchos la interpretación de la doctrina.
La
historia registra sucesos que tienen al hombre como único protagonista… La
historia nos explica quièn es en realidad el hombre, mejor que todos los
tratados de Psicología y Sociología juntos…. La historia es el relato de algo
que casi fuè en un momento dado, hace cien, mil años, o màs…Digo que es un
relato de algo que casi fue, porque la historia sucede en un supuesto presente,
porque el “presente” parece ser que es, y nada màs iluso, en realidad casi no
es…El presente no existe realmente; deviene…transcurre…pasa de contìnuo. Si hoy
dìa entendemos los libros de historia es porque el hombre sigue siendo su actor
principal…Su eje motriz es la misma, si no, nos fuera completamente
inteligible…absurda….
¿Cómo
comprender la traiciòn de Santana a la patria?....Còmo entender los gobiernos de
Bàez…el bandolerismo de Desiderio Arias, la nobleza de espìritu de Francisco J.
Peynado? ¿Còmo calar las dictaduras de Lilis o Trujillo?. Si ahora prevalecen
esas situaciones, aunque el hecho pasado no se hubiese desencadenado en el
discurrir del “hoy” de ayer…si no fuera el mismo hombre, està dicho, el actor y
el espectador, serìan nulo el entender. Cada hombre es individuo y es
universo….Vibramos con la conciencia del yo, y a la vez sentimos el palpitar
todo del cosmos.
Sintetizamos
la materia inerte, que ni vive, ni siente. Somos sustancias viva insensitiva,
como los àrboles; viva, sensitiva como los animales…y viva racional, como sòlo
nosotros mismos. Es un misterio inviolable. Un arcano de profundidades
insondables: ¿Quièn entiende el ser todo, y a la vez uno?.... Los hechos
històricos, sentimos, nos atañen como si hubiesen sucedido en la sala de casa,
frente a nuestras propias narices…Los queremos y los repudiamos….Los aplaudimos
y los execramos…Nos identificamos con ellos y los repelemos…Actuan con nosotros
como hechos personales…
Aunque
el tiempo evapora los hechos, como se evapora el agua hirviendo, y cicatriza las
heridas màs hondas, los hechos no dejaràn de ser tales. Podrà no haber rencor,
y, prevalecer el borròn y cuenta nueva. No vale, lo que pasò, pasò y no lo borra
nada ni nadie. Ni un millòn de bombas atòmicas podràn impedir la caida del
Imperio Romano de occidente, ni la conducción de Napoleón a la Isla de Santa
Elena, o el ajusticiamiento de Rafael Trujillo frente al mar
caribe…
Aunque
la historia tiende a repetirse el escarmiento no enraiza tan fácilmente, la
razòn es muy sencilla, cuando la historia se repite lo hace en otra generaciòn
que queda sorprendida en su buena fè.
Siguiendo
la proyecciòn luminosa de Juan Pablo Duarte, nuestra pequeña Repùblica Antillana
se ha esforzado en caracterizar y modelar su propia determinaciòn polìtica
luchando contra las hiedras de la ambiciòn y la locura, se ha mantendio indemne
a las asechanzas e incorruptible a las pasiones preditorias.
De esta
suerte, en el amanecer de nuestra jornada emancipadora, la simiente que lanzara
al surco de la libertad la mano taumatùrgica del sembrador, no encontrò arraigo
para consolidar el estatuto de nuestra incipiente nacionalidad; por lo tanto
aunque el ideal se mantenìa erguido, no por esta circunstancia estaba menos
expuesto a las influencias contaminadas, fue entonces cuando el Padre de la
Patria, para librarlo de todo oprobio y de toda mancha prefiriò, como un
predestinado, emprender el azaroso camino del ostracismo.
Ese
ideal, el mismo que sintiò en sus primeras vibraciones de la Trinitaria, cabe en
el pequeño rectàngulo de la Plazoleta de la Iglesia del Carmen, despuès de
recorrer bajo la protecciòn de esa conciencia inflamada en optimismo las playas
hòspitas de Venezuela, retornò con un equipaje de gloria vinculado a los
inquietos tiempos de su juventud.
Ese
mismo ideal, obligado por la patria y al orden racional de sus instituciones, no
podìa morir en Duarte porque era una consecuencia orgànica de su sensibilidad,
por lo tanto cuando ya estaba vencido por el tiempo, reconcentrò sus ùltimas
energìas para lanzarlo a la posteridad, y con tan dinàmica trayectoria que iba
como un viador de generaciòn en generaciòn, nutrido en virtudes y buscando un
asilo pròcer que pudiera igualarlo en sus afanes de grandeza. Asì despuès de
haber errado como un espìritu nòmada por nuestras latitudes cardinales, cayò
satisfecho y confiado en los brazos abiertos de aquel anhelado
porvenir.
Mas sin
embargo este no fue el malogrado porvenir del año 1885, ni a las caòticas
jornadas que tiñeron de sangre y colmaron de ruina nuestra conciencia nacional y
mucho menos a las otras posteridades que trataron de hacer intransitables el
camino de la libertad, que la naturaleza en sus indeclinables actos de
renovaciòn le presenta a la sociedad de los pueblos, nada importan las dècadas
fratricidas, los expedientes de mala ley, ni los crìmenes de lesa patria si sus
fermentaciones espurias pueden herir para estimularnos hacia el bien o para
convertir en abono de actitudes que propendan a la mejora y perfeccionamiento
del Estado.
Todas
las naciones de nuestra Amèrica hispana han sufrido los dolorosos estragos de la
tiranìa y todas han ido relacionando, en la medida de sus fuerzas, hacia la
buena ruta que le indica la marcha ordenada de la civilizaciòn.
La Repùblica Dominicana, como sus compañeras, ha pasado a
lo largo de su existencia, por las alternativas inherentes a los pueblos que no
han alcanzado mayoridad: las revoluciones, el peculado, las asonadas
tumultuarias y los piquetes fusilares le crearon en pasados siglos una
reputaciòn que, doloroso es decirlo aniquilaba nuestras riquezas naturales y nos
confundìa en tinieblas.
Juan
Pablo Duarte, junto a Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matias Mella, no
hicieron obra inútil al luchar y coronar de brillo la independencia de nuestro
suelo patrio, pues le dio vida a un pueblo amante de su libertad y de imprimirle
el rumbo que convino a su destino. Los pueblos se deben a los proto-hombres que
de una forma u otra ayudaron a conformarlos tal y como sean hoy dìa, aunque
muchas veces la realidad actual sobrepuje en mucho o no, la idea concebida por
aquellos hombres en aquella època.
A diferencia, nosotros los dominicanos, no todos, sino
los estudiosos de nuestra incongruente y arrìtmica historia, de continuo,
tenemos que traer a colación, en laudable y provechosa requisitoria a nuestros
proto-hombres, cuestionarlos a la luz de los documentos històricos, buscar allì
y allà, deseseperados por màs evidencias y claridad.
Eso no debe acomplejarnos. Somos hijos de un paìs
conflictivo. De un paìs problematizado. De un paìs, en el que muchas veces las
fantasìas històricas han surgido a veces del repentino capricho de tiranejos de
turno, y si a tiempo, los estudiosos, no toman cartas en el asunto tienden a
entronizarse, andando las dècadas, en verdades indudables e intocables, con
visos de anatema para el que las toque o cuestione…Altibajos, deserciones,
traiciones, cobardìas, entremezclados con heroísmos, enterezas, sacrificios,
martirios, cruentos e incruentos, han hecho, de esta Repùblica Dominicana en sus
años de vida un amasijo de luces y sombras, de dignidad y de oprobio, de
grandeza heroìcamente ganada y vilezas vergonzantes.
Como
nación hemos sido fruto de un designio milagroso. Si volvemos la vista a las
páginas de la historia vieja, 1840, 1830, 1822…en ella veríamos un triste
conglomerado paralizado, inerme, confundido, sin tradición, sin conciencia de su
valía, cerrados todos los caminos, entrampados en la telaraña de la desgracia…y
sin embargo, con Duarte a la cabeza los Trinitarios Francisco del Rosario
Sanchez y Matias Ramón Mella fueron capaces de encender y avivar una llama, una
flama, una hoguera, un incendio trepidante y luminoso. Con sus manchas como el
sol, pero luminoso y ardiente, que es nuestra nación dominicana, de la que
debemos enorgullecernos y tratar de mejorar
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